EL MUNDO EN EL FIN DEL MUNDO (Instantes de una vida al filo de lo imposible)
Hubo un tiempo en el que todo el mundo fue así: grandioso, salvaje, bello, desolado. El mundo de antes y después del hombre. “Desolado” siempre ha sido una palabra hermosa, que me evoca los paisajes que más me atraen: espacios ajenos a la domesticación y al control del hombre, lugares donde te sientes como si contemplases la Tierra por primera vez. Donde siempre estás de paso, donde eres diminuto y vulnerable, donde sólo estar supone, muchas veces, arriesgar la vida. Todo en ellos es desmesurado: la luz, las distancias, la soledad, el silencio, el poder de los hielos, los mares y sus cielos, ya sea en forma de furiosas tormentas o de soles incandescentes, o la singularidad de los pocos seres humanos que han logrado adaptarse a vivir en algunos de ellos. Son lugares que parecen rechazarte con todas sus fuerzas, que son muchas, pero que siempre me ha merecido la pena recorrerlos. A ellos he dedicado la mayor parte de mi vida. Esta exposición es un homenaje a algunos de esos lugares que cambiaron mi vida, y que ahora quiero compartir con los soñadores de la libertad y los peregrinos de la soledad; con todos aquellos que sienten la fascinación por la belleza de nuestro planeta.
Ahora, echando la vista atrás, me doy cuenta de que ellos han modelado, en buena medida, la esencia de lo que soy. Cuando sonrío brillan en mis pupilas las montañas del Karakórum, cuando estoy triste, me afligen tormentas de arena que azotan el corazón, cuando sueño me llegan reflejos de la Antártida, vientos de la Patagonia, luces del Tíbet. Para mi es la belleza del mundo, el silencio, la soledad del mundo. Justo aquello que está amenazado y que necesitamos tanto como el aire que respiramos. De ellos sólo me he traído estas imágenes y los sentimientos y emociones que me han provocado. A lo largo de más de treinta años de expediciones en todos ellos me he sentido feliz y por eso ya forman parte del paisaje interior. Espero que, igual que a mí, cada imagen les evoque un sentimiento, les arrastre a un paisaje, les susurre una historia. Estos son los lugares en los que he sentido una intensa y exultante sensación de libertad. Nunca quise conquistarlos, fueron ellos los que me han conquistado.
Sebastián Álvaro
Ahora, echando la vista atrás, me doy cuenta de que ellos han modelado, en buena medida, la esencia de lo que soy. Cuando sonrío brillan en mis pupilas las montañas del Karakórum, cuando estoy triste, me afligen tormentas de arena que azotan el corazón, cuando sueño me llegan reflejos de la Antártida, vientos de la Patagonia, luces del Tíbet. Para mi es la belleza del mundo, el silencio, la soledad del mundo. Justo aquello que está amenazado y que necesitamos tanto como el aire que respiramos. De ellos sólo me he traído estas imágenes y los sentimientos y emociones que me han provocado. A lo largo de más de treinta años de expediciones en todos ellos me he sentido feliz y por eso ya forman parte del paisaje interior. Espero que, igual que a mí, cada imagen les evoque un sentimiento, les arrastre a un paisaje, les susurre una historia. Estos son los lugares en los que he sentido una intensa y exultante sensación de libertad. Nunca quise conquistarlos, fueron ellos los que me han conquistado.
Sebastián Álvaro